En el taller de teatro del Idejo creamos las condiciones necesarias para que los adolescentes puedan desplegarse y desprenderse de un montón de cosas, promoviendo la emoción y la visualidad, vivenciando la experiencia de crear algo que antes no estaba, peleando el juego del presente, desplegando la imaginación en acto.
Promovemos que crear sea un proceso que se integre a la vida. Lograr que la relación con lo escénico mantenga vivo el refugio del amor por la experiencia que lo escénico, que lo teatral, por su especificidad íntima y vincular, puede brindarnos.
Si queremos que los adolescentes creen e imaginen, primero tenemos que estimarlos como potencias creadoras y lograr que tomen conciencia de eso, habilitándolos a conducir sus heterogéneas asociaciones, intuiciones y sensibilidades por sitios imprevisibles e inusitados. Su naturaleza es artística por eso hay que incentivarlos, en definitiva, a afirmarse en su propio trazo, que muchas veces la cultura de todas las horas y la tendencia high definition actual intentan desdibujar o borrar completamente.
El teatro es un invento, es pura experiencia y acontecimiento, no es literatura, es movimiento, nuestros cuerpos saben muchas cosas que toda la teoría teatral ni siquiera sospecha. El teatro es algo que sucede, incluso a pesar de todos nosotros.
El teatro es el arte de incluir, entonces ¿para qué discutir o combatir la imaginación del otro? Mejor prescindir de todo lo que ponga presión, apuro e incluso sentido… No buscar la eficacia es, mucha veces, la mejor manera de alcanzar la belleza más eficaz, la poesía más contundente.
Preservar un ámbito y una atmósfera por fuera de las presiones académicas, culturales y mediáticas es un beneficio que aspiramos alcanzar en el taller, además de crear espacios y relatos que habiliten nuevas formas de reflejarnos, de vincularnos, de mirarnos, de pensarnos, de movernos, de desordenarnos, de ser generosos y compartirnos, de afectarnos, de provocarnos, de recordarnos, de emocionarnos, de apropiarnos de la posibilidad, de la oportunidad que, sin dudas, está en el aire…
Nos llena de orgullo y alegría ver crecer a nuestros chiquilines. Las fotos que compartimos en esta entrada son de 2015, 2016 y 2017; estos adolescentes ya son jóvenes adultos y cada uno ha ido construyendo su propio camino. Algunos se dedican a las ciencias, otros a la música o la docencia.
Uno de ellos es Manuel, a quien las vueltas de la vida devolvió al Idejo y hoy, algunos años después, está de nuevo en el taller de teatro, pero desde otro rol, ahora como docente. ¡Bienvenido de vuelta, Manuel!