Nuestra historia
La historia de un lugar, de una persona, de una institución, está creada por las huellas de innumerables factores: humanos, materiales, intencionales, accidentales, sociales, planetarios. Por este motivo, contar la historia de algo o alguien siempre es un recorte personal de quien lo hace. Tantas personas han pasado por la institución… Con todas ellas se llena la historia, con cada recorrido, con cada anécdota.
Por este motivo, contar la historia de algo o alguien siempre es un recorte personal de quien lo hace. Tantas personas han pasado por la institución… Con todas ellas se llena la historia, con cada recorrido, con cada anécdota.
Lo que sí es común a todos es el momento. Un 4 de noviembre el Banco República otorga el primer préstamo a una Asociación Civil sin fines de lucro, llamada Instituto de los Jóvenes (Idejo), posibilitando así que en marzo de 1989 el colegio abriera sus puertas en pleno pocitos.
Esta asociación civil estaba conformada por educadores inquietos, interesados por crear ámbitos nuevos y dinámicos para la educación de nuestros niños. Se nuclearon apoyando la propuesta del profesor Fernando Mirza, que en primera instancia ideaba elaborar un liceo de características únicas. Luego de intentar integrar en la educación pública herramientas de meditación y no encontrar espacio, resuelve nuclearse de gente afín para comenzar un gran proyecto. Junto con la maestra Edith Martirena dirigen los primeros intensos y extensos años del colegio, abriendo las puertas desde inicial hasta primer ciclo de secundaria.

Su propuesta única e innovadora abrió una puerta que hasta el día de hoy sigue siendo una respuesta educativa renovadora y responsable con las circunstancias en que se encuentra nuestra sociedad. La necesidad de aportar herramientas a las nuevas generaciones para poder realizarse emocional y profesionalmente en estos tiempos son una forma de entender la educación.
Tiempos plagados de factores estresantes y presionantes, en donde se entrona a la competencia, el materialismo y lo superficial por sobre todo valor individual, separándonos de nuestra voluntad, quedándonos ciegos a nuestras propias respuestas de cómo transitar con felicidad este tiempo vital.
Aparece entonces como instrumento único en las propuestas educativas nacionales la incorporación de técnicas de armonización. Estas técnicas continúan siendo un sello de la institución, se implementan de manera natural incluyendo de forma laica momentos de la jornada donde el protagonista de la actividad es la conexión con el mundo introspectivo de forma colectiva. Esto, aunque pueda parecer contradictorio, no lo es. La mirada hacia adentro, tan necesaria para ubicarnos en nuestro cuerpo, nuestra respiración, nuestros sentimientos, nuestra conciencia, la vivimos grupalmente, haciendo que este camino individual esté acompañado por nuestro grupo como soporte y cómplice de vivencias compartidas. Es así que al comenzar y terminar la jornada todo el colegio se integra a una meditación dirigida. Este espacio que enmarca la jornada, en conjunto con las clases de yoga que semanalmente asisten, diversas técnicas que se integran a los diferentes espacios, como ser la técnicas de mandalas, danzas circulares, ejercicios de centramiento, y diversas experiencias sensibles son una de las bases fundantes del colegio.
La intención de hacer transcurrir a nuestros alumnos por espacios diversos que apunten a desarrollar equilibradamente los dos hemisferios cerebrales nos hacen ofrecer una variada gama de experiencias en propuestas apropiadas para cada edad. Desde el comienzo en la calle Luis de la Torre, las diferentes artes, los idiomas, las herramientas tecnológicas, las artes marciales, las experiencias que nos conectan con la naturaleza, los espacios donde lo emocional aparece como protagonista, son parte de la cotidianidad.
Logrando un número de inscripción muy alentador, ya en el segundo año de vida el colegio se muda al centro para poder ampliar sus instalaciones debido al creciente éxito. La propuesta innovadora era y sigue siendo una oferta más humanizada para aquellas familias que optan por una educación integral y a escala humana de sus hijos. Los grupos intencionalmente reducidos, los tiempos variados y extensos de convivencia, las experiencias abiertas a la familia crean vínculos intensos y estrechos en dónde todos tenemos un lugar de pertenencia y referencia.

En el año 1993, el colegio encuentra su lugar definitivo en el corazón del Prado donde se instala apropiándose de todas las virtudes que posibilita el contacto con la naturaleza, tan protagonista tanto en la propia casa como en el entorno.
Una de las características fundamentales del colegio es la apertura al cambio, esto le ha permitido recrearse como una obra artística; esta continua transformación está equilibrada entre los avances y cambios que una educación viva requiere, las necesidades variantes de la sociedad y el recorte particular que elige actuar nuestra propuesta.
Nuestra historia y permanencia dentro de las opciones educativas nos sitúan como un lugar innovador que responde a una opción diferente, y que se pregunta para poder seguir recreándose con la seguridad de la vasta experiencia de muchos años.
Toda esta experiencia es en sus comienzos inseparable de sus fundadores, pero evidentemente la semilla original era de tal potencia que logra sostenerse y florecer en sus ideales fundacionales y continúa su camino como una posibilidad que apuesta al equilibrio entre el valor de lo humano y de lo técnico.
Agradecemos desde cada rincón del colegio a aquellos inquietos que dieron apoyo en esa fundación de la Asociación Civil, aportando fuerza a ese primer brote que sigue dando flores de cuyo aroma disfrutamos todos hasta el día de hoy y por mucho tiempo más. Gracias y en especial a las diferentes direcciones que nos han dado distintos aportes nutriendo desde su personalidad la historia de tantos años.